Emily Bell (Reino Unido, 1965) es la directora del Tow Center for Digital Journalism de la Columbia University (Nueva York), prestigioso centro de investigación que estudia cómo la tecnología transforma el periodismo. Ha desarrollado su carrera profesional como editora de The Guardian, donde lideró el equipo digital cuando blogs, redes sociales y nuevos formatos multimedia irrumpieron en las redacciones.

Fue una de las primeras voces (y de las más críticas) en pedir responsabilidad editorial a las empresas tecnológicas, como Google o Facebook, mucho antes de que Donald Trump llegara a la Casa Blanca y todo el mundo empezara a hablar de noticias falsas y posverdad.

Es coautora de numerosos informes y libros sobre la transformación del periodismo en la era digital, como Post Industrial Journalism: Adapting to the present (2012), junto con C. W. Anderson y Clay Shirky; Journalism After Snowden (2017), en el que también participan Alan Rusbridger, Jill Abramson y el mismo Edward Snowden, entre otros; y The Platform Press: How Silicon Valley Re-Engineered Journalism (2017), con Taylor Owen.

Nos encontramos con Emily Bell en el Pulitzer Hall de la Columbia University, tras su participación en el debate: De las compañías privadas al presidente Trump: en defensa del discurso público, organizado por el Knight First Amendment Institute y el Tow Center for Digital Journalism. Con ella hablamos sobre la compleja relación entre las empresas periodísticas y tecnológicas, de las noticias falsas (fake news), bots y trols. Y de la polarización de la sociedad posmoderna que únicamente consume información de las redes sociales para reforzar las propias creencias.

Las redes sociales han transformado la manera en que producimos y consumimos noticias. Hay numerosas pruebas que demuestran que tuvieron un papel fundamental en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos diseminando propaganda y noticias falsas. Usted fue una de las primeras en pedir responsabilidad editorial a las empresas tecnológicas. Estas han cambiado el relato y dicen querer contribuir a mejorar el discurso público. ¿Es posible?

Pienso que es significativo que hayan cruzado la barrera de la responsabilidad editorial, lo que es realmente significativo. Construir una nueva esfera pública no es una tarea fácil y nos llevará mucho tiempo, necesitaremos diferentes grupos de interés (stakeholders). Una de las primeras preguntas que nos debemos plantear es que entendemos hoy por esfera pública. ¿Es un espacio cerrado controlado por compañías privadas? Esto es lo que tenemos ahora. Google y Facebook, con sus intereses comerciales, controlan el espacio de discusión digital. Hasta ahora, sólo se definían como plataformas de distribución, pero hemos visto que, a raíz de las pasadas elecciones presidenciales, el discurso ha cambiado.

¿Cómo cree que podrán hacer efectivo el discurso que promueven ahora?

Google ha contratado recientemente miles de moderadores para el canal de YouTube. Y Facebook ha anunciado lo mismo para combatir el efecto de las noticias falsas. Las empresas tecnológicas son los guardianes de la información (gatekeepers) del siglo XXI, pero hay que distinguir entre unas y otras. Por ejemplo, Google y YouTube son más proclives a conectar informaciones, no son espacios de conversación. Facebook, en este sentido, es una criatura única. Por lo tanto, estamos en un momento interesante en el que nos planteamos qué tipo de sociedad conectada tenemos y cuál queremos tener. Los problemas existen desde hace tiempo, pero al menos ahora los abordamos.

Comentaba las decisiones de Google y Facebook de contratar más moderadores para controlar los contenidos. ¿Cree que son las mismas empresas tecnológicas las que deben autorregularse? ¿Con qué criterios contratarán a estos moderadores?

Estas tecnológicas han admitido ahora que tienen un rol como empresas editoras, pero todavía no entienden exactamente su papel. En los últimos años, el discurso ha sido que las empresas periodísticas tenían que parecerse a las tecnológicas. Ha sido un momento de transición muy difícil para los medios de comunicación, en el que los flujos de información han tenido que agilizarse para adaptarse a las nuevas tecnologías. Ha llegado el momento de que las empresas tecnológicas aprendan de las periodísticas. Podrían beneficiarse de la verificación periodística de los hechos (fact checking) y de las estrategias de gestión de riesgos antes de publicar una información, por ejemplo. Pero las tecnológicas aún tardarán en cambiar porque priman unos intereses comerciales que no van en la línea de mejorar el discurso público. Debemos exigir más transparencia respecto a las decisiones que toman y por qué las toman, ya que nos afectan a todos. Por lo tanto, pienso que la regulación es necesaria. Europa está más avanzada en este sentido que Estados Unidos.

Y nosotros, como ciudadanos, ¿qué responsabilidad tenemos en la construcción de esta nueva esfera pública?

Como ciudadanos debemos ser conscientes de los cambios que hay en los medios, y de la manera en que se producen y consumen las noticias. Los sociólogos y filósofos nos dicen que nada es nuevo en los retos que afrontamos (noticias falsas, propaganda, desinformación …), pero sí hay novedad respecto a su formulación. Los problemas no son nuevos, pero la forma en que se presentan sí. Las empresas tecnológicas han sido negligentes a la hora de asumir su responsabilidad, y los medios no han anticipado ni explicado bien estos retos a los ciudadanos. Al menos ahora sabemos que estos problemas son reales: lo hemos visto en las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, con el Brexit en el Reino Unido, o con el proceso en Cataluña. Las informaciones que circulan en las redes sociales configuran el discurso público, y a menudo éstas están segadas y / o manipuladas. Hace falta más educación sobre lo que está pasando porque si no tenemos un pensamiento crítico, nos cuelan la propaganda y la desinformación. No debemos confiar a ciegas en ningún medio, y menos en estos nuevos medios que anteponen la ideología a los hechos (tipo Breitbart). Ni tampoco, por supuesto, en la información que circula en los medios sociales. Ser imparcial, y alejarse de posiciones partidistas, es difícil y es una tarea que no sólo interpela a los medios, sino también a los padres, profesores y todos los que quieran un sistema democrático más justo. Es un gran reto que tenemos por delante como sociedad.

En los últimos meses estamos asociando la polarización de las sociedades al fenómeno de las burbujas filtro, es decir, a que consumimos a través de las redes sociales sólo aquellas informaciones que refuerzan las propias ideas. ¿Pero qué pasa con la televisión? Sigue siendo el medio más consumido y el que tiene más influencia entre la gente.

No es un problema binario. A diferencia de los medios tradicionales, Internet nos permite dirigir el mensaje de manera totalmente personalizada. Y, como sociedad, aún no entendemos lo que esto significa. Nos encontramos ante retos similares a los que hubo durante el nacimiento de la BBC, en 1922, un tiempo convulso, como ahora. Se trataba de un período de industrialización, donde las fronteras locales se definían, donde la alfabetización masiva estaba en su infancia, el sistema de transporte se hacía más eficiente y la distribución de los medios comenzaba a cambiar. Justo después de la primera guerra mundial, los ciudadanos recibían todo tipo de mensajes propagandísticos y el gobierno británico respondió a esta fragmentación con la creación de la BBC. El gobierno intervino para garantizar un discurso público equilibrado. Hizo una intervención en la comunicación pensando en el futuro.

¿Por qué cree que ahora vivimos un momento similar?

No es exactamente lo mismo, por supuesto. Por suerte no ha habido una guerra mundial, pero hay conflictos abiertos en todas partes. Basta con mirar Oriente Medio. Las organizaciones terroristas hoy utilizan las nuevas tecnologías para conectarse y enviar sus mensajes al mundo. Y no hay un plan para afrontar estos desafíos, tanto en el ámbito global como nacional. Ni tampoco la accountability de unos años atrás. Las empresas tecnológicas piensan que si tienen todos los datos, no necesitarán periodistas. Y creo que hoy en día todo el mundo sabe que los periodistas son necesarios para investigar. Hacer noticias requiere tiempo y es un trabajo. La televisión todavía tiene mucha influencia, aunque la manera de verla también cambia. Mis hijos pequeños no consumen televisión, sino que miran todo por streaming o por YouTube.

La polarización, pues, radica en la personalización de los mensajes, que es una de las principales características de Internet como medio. ¿Es así?

Una de las ventajas de los medios tradicionales es que incentivan que los mensajes no se dirijan sólo a una única persona, sino que se preserva una emisión compartida, general, para explicar las noticias. Detrás de las grandes emisiones están las empresas periodísticas. Los medios sociales, en cambio, fomentan los contenidos personalizados. Los algoritmos trabajan para ofrecer esta personalización, y así las compañías sacan beneficios económicos. Esta es su lógica y negocio. El diseño mismo de las plataformas alimenta este consumo. Tenemos que volver a las emisiones generalistas, en lugar de las personalizadas. Y las empresas tecnológicas deben sentirse interpeladas por la ciudadanía en este sentido. Ahora hay consenso en que la esfera pública no pasa por su mejor momento. Hay que solucionar los problemas antes de que sea demasiado tarde. Estamos a tiempo, pero hay que tener el debate y fijar nuevas normas.

En Cataluña hace tiempo que atravesamos un proceso político complejo. Durante la campaña que acabamos de cerrar se ha hablado a menudo de las noticias falsas que corren por Internet. ¿Tiene constancia de que estuviéramos sometidos a propaganda digital?

No, no tengo ningún dato precisa, pero este es un fenómeno global. El problema es que en la propagación de contenidos online nunca sabes por dónde irán las cosas. En Estados Unidos hubo muy buen trabajo por parte de los fact checkers en la cobertura de las elecciones presidenciales y nadie estaba pendiente de la propaganda rusa digital. Es difícil hacer predicciones. Pero es importante entender cómo funciona esta propaganda digital para prevenirla.

* Entrevista publicada en Nació Digital el 31 de diciembre de 2017 (puedes leerla aquí en catalán).