Eva Belmonte es periodista y codirectora de Civio, una fundación sin ánimo de lucro que vigila a los poderes públicos y presiona para lograr una transparencia real en las instituciones. En sus siete años de historia, Civio ha informado a diario de lo recogido en el Boletín Oficial del Estado, ha recopilado cerca de 10.500 indultos realizados en los últimos 20 años, ha investigado a fondo la industria farmacéutica y el acceso a los medicamentos y ha analizado todos los contratos de obra pública entre 2009 y 2015 para explicar su funcionamiento e irregularidades, entre otros temas de interés público. Civio es sinónimo de periodismo de investigación fuera de los medios tradicionales. Cuenta con un equipo multidisciplinar de nueve personas (entre los que hay informáticos, técnicos de marketing y periodistas) y se financia mediante las donaciones de unos cuatrocientos socios, proyectos y becas europeas y servicios informáticos.
Civio es un proyecto único en nuestro país que aúna periodismo de investigación, innovación tecnológica y lobby. ¿Cómo surge el proyecto?
Nace en el año 2012 de la mano del desarrollador de software David Cobo y el empresario Jacobo Elosua, que se inspiran en otros proyectos estadounidenses, latinoamericanos y europeos que trabajaban con datos abiertos, como, por ejemplo, la fundación Sunlight, que busca promover la transparencia de los gobiernos. Al principio pensábamos que, si las administraciones públicas eran más transparentes, los ciudadanos accederían directamente a los datos. Pero pronto nos dimos cuenta de que eso no funcionaba, y apostamos por el periodismo para contar historias a partir de los datos abiertos. Tomamos como referente ProPublica, por poner un ejemplo ampliamente conocido. Hoy en día, Civio tiene tres patas: la parte tecnológica, la parte periodística y la parte de activismo o lobby, que intenta cambiar las cosas.
El debate sobre donde se encuentra la frontera entre el periodismo y el activismo es antiguo, pero sigue generando suspicacias. ¿Cómo lo hacéis para trazar una línea?
El periodismo es la parte central y la que guía a las otras. Es decir, no sacamos datos por sacar, sino que buscamos temas en los que no hay datos o están escondidos. Los temas responden a un interés periodístico, no se escogen para hacer lobby. Una vez terminada la investigación, después de trabajar meses en un tema, en algunas ocasiones vemos que hay cosas que se pueden cambiar. Es entonces cuando hacemos lobby porque pensamos que podemos aportar soluciones. Por ejemplo, ocurrió así con la ley de contratos públicos, que ha sido recientemente aprobada y ha incluido la mayoría de nuestras recomendaciones.
¿Qué criterios seguís para decidir si hacéis o no lobby sobre un determinado asunto?
Siempre hacemos un lobby vinculado a la libertad de información. Si hacemos un reportaje, por ejemplo, sobre la vida en las prisiones, no vamos a hacer lobby sobre ello, porque no es “nuestro” tema, pero sí podríamos hacer presión para tener mayor acceso a los datos acerca de cómo es la vida en las prisiones. Nuestro lobby gira alrededor de que haya más transparencia para que los periodistas puedan hacer su trabajo. Está totalmente ligado a las dificultades que hemos tenido para acceder a la información. Es importante marcar esta línea porque creo que es muy difícil hacer un buen trabajo cuando una ONG te invita a visitar un país, por ejemplo. Es decir, es muy fácil ceder ante las “presiones buenas”, y una ONG es una fuente más, como lo es una empresa farmacéutica o un Gobierno, y tienes que desconfiar de entrada como desconfías del resto de fuentes. Por eso nunca planteamos las investigaciones pensando en la parte del activismo, sino que hacemos los temas que creemos que la opinión pública debe conocer.
Civio es periodismo de datos. Y para poder hacer periodismo de datos es imprescindible tener una buena ley de transparencia. ¿Cómo es la española?
La ley de transparencia es una ley mala porque incluye muy pocas obligaciones a la Administración pública. Además, de cara al ciudadano apenas especifica cómo acceder a la información pública y pone toda responsabilidad en el ciudadano que pregunta y no en la administración que responde. Es también una ley poco exigente, que además no se cumple. Por ejemplo, todas las empresas que reciben determinadas cantidades mediante subvenciones deberían publicar información detallada sobre la propia compañía, y no lo hacen. Y lo que es peor, nadie controla eso. El Consejo de Transparencia, que debería controlarlo, tampoco es independiente (el presupuesto depende directamente del ministerio de Hacienda) y no tiene poder sancionador. Total, la ley es mala, no se cumple y no pasa nada.
Mejor tenerla que no tenerla.
Por supuesto. La ley regula el derecho a la información. Es una base legal para argumentar cómo te dan la información y en qué supuestos pueden negártela. Hace que todos seamos iguales. Un medio ya no depende de tener un colega en el ministerio de turno o de caerle mejor o peor a determinado político. Aunque hecha la ley, hecha la trampa… Además, la ley de transparencia es importante porque obliga a publicar determinada información que es esencial para hacer periodismo de datos. Pero con la ley actual no es obligatorio publicar información relevante para hacer periodismo de datos. Digamos que hay una información dura y otra blanda, y la información que se publica es información blanda. Nunca hemos hecho un reportaje bajando un archivo Open Data, sino cruzando datos, limpiándolos… Ahora mismo, cuando la Administración pública trabaja con datos abiertos, publica, por ejemplo, donde están las farolas, pero no publica cuál ha sido el reparto de los contratos para poner esas farolas.
Si hay opacidad en la administración pública, en la empresa privada, que no está sometida a la ley de transparencia, ya ni hablamos.
Ni tan siquiera el registro de empresas es público. Con eso te lo digo todo. Si quieres acceder a esa información, tienes que pagar. La ley sólo obliga publicar información básica sobre cuentas, organigramas y poco más, y sólo a empresas que reciben determinadas cantidades en subvenciones. Sin embargo, no obliga a empresas que contratan con lo público, por ejemplo, y ahí hay una opacidad importante. También en lo público: aún batallamos para que los datos se guarden y los políticos entiendan que no les pertenecen, y para que publiquen sus agendas.
¿Es algo mejor la ley catalana de transparencia?
Sí, la ley catalana está mejor. Tiene un registro de lobby, que la española no tiene, por ejemplo. En la parte de acceso a la información, tiene un sistema de mediación que ayuda a resolver mejor las cosas. Y el consejo que controla por su cumplimiento también es más eficaz. De hecho, ha sido ejemplo para otras administraciones. No es perfecta, pero está mejor.
Hoy, el periodismo de investigación se hace fuera de las redacciones. ¿Estarías de acuerdo con esta afirmación?
El periodismo de investigación se hace dentro y fuera de los medios. Y el periodismo basura también. Ahora bien, es muy complicado que un medio de comunicación tradicional dedique seis meses a una investigación. Y es muy complicado porque no compensa. Y no compensa porque el tráfico que reporta una noticia escrita en veinte minutos recogiendo las declaraciones del político de turno que sale por la tele es mayor que el de un reportaje en el que has trabajado seis meses.
Algunos periodistas de la vieja escuela dicen que los departamentos de investigación de los medios tradicionales han sido desmantelados.
Hay periodismo de investigación en diferentes medios y hay muchos tipos de periodismo de investigación. Todo tipo de medios tiene presiones a la hora de publicar cosas, incluidos nosotros. Un medio tradicional puede tener presiones del consejo de administración. Un periódico digital puede tener presiones por parte de la publicidad, y eso es muy importante también. Un medio con suscriptores puede recibir presiones por parte de sus socios. Hay muchos tipos de presiones en todos los medios. Lo importante es cómo te enfrentas a ellas en cada caso. Hay periodistas que están muy jodidos y poco pueden hacer, pero hay otros, más acomodados, que serían contratados de inmediato si los echaran, que podrían ser más valientes. Y si te echan, te echan. A mí me echaron de El Mundo, y aquí estoy. Hay un problema importante de autocensura.
Hay más periodismo de filtración que de investigación.
El periodismo de filtración no es malo por sí mismo. Hay periodismo de investigación por filtraciones. Pero hay que investigarlas y cuestionarlas como lo que te viene de cualquier otra fuente. Preguntarte qué busca la fuente haciéndote llegar tal cosa en un determinado momento. Y luego está la relación con las fuentes, que es complicada, y cada uno decide hasta dónde ceder para conseguir determinadas cosas.
¿Cuáles son vuestras principales vías de ingresos?
Civio tiene tres vías de ingresos: socios y donantes, becas y proyectos europeos, y servicios. Tenemos más de 400 socios que pagan entre 5 y 10 euros al mes. A esto hay que sumar donaciones puntuales. Luego tenemos becas y proyectos europeos. En 2017, por ejemplo, recibimos financiación de la Open Society Foundation (68,180 €), la Unión Europea (61,926 €) y el Centro Europeo de Periodismo (16,302 €). Y hay una última pata, la de servicios, que ha sido muy importante en los últimos años, pero que queremos que vaya decreciendo a medida que aumentan los ingresos a través de becas y proyectos europeos. Por ejemplo, hemos vendido algunas herramientas de visualización a instituciones y empresas para mostrar sus propios datos. Nuestras cuentas son transparentes y no condicionan el trabajo que hacemos. Hemos perdido dinero por no aceptar determinados proyectos, pero queremos ser rentables y mantenernos haciendo lo que creemos que debemos hacer. Es complicado encontrar el camino, pero en ello estamos.
¿Algún medio se ha interesado en absorber Civio, como ha ocurrido, por ejemplo, con Materia (El País) u otros tantos proyectos independientes?
No, ningún medio ha mostrado interés por el conjunto de Civio, pero sí por absorber determinados proyectos y personas. Pero no hemos llegado a acuerdos económicos y hemos preferido mantener el proyecto en nuestra página web y permitir que otros medios lo repliquen, porque trabajamos con código abierto, que es algo que tampoco se acaba de entender.
¿Cómo imaginas el futuro de Civio?
Este año va a ser un año de consolidación. Tenemos proyectos y financiación para estar tranquilos. Hemos crecido mucho en poco tiempo. Al principio éramos tres y hoy somos nueve. Personalmente, no quiero que crezcamos más porque no quiero que dejemos de ser efectivos y eficientes, ni que tomemos otra dirección y hagamos otras cosas. Y cuanto más grandes somos, más recursos hay que dedicar a personal, recursos, etc. Y no tengo ningún interés en centrarme sólo en dirigir Civio, quiero seguir haciendo investigaciones. Ser más grandes no tiene porque ser mejor. Eso sí, seguiremos creciendo como profesionales llegando a sitios a los que de momento no hemos podido acceder, aprendiendo cada día más, asumiendo nuevas investigaciones…
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